En esta segunda cinta de la trilogía de Christopher Nolan, todo se centra en la situación existente en Ciudad Gótica, alejándose un poco de Batman,
para centrarse en el resto de personajes, un gran cambio respecto a
otras películas basadas en superhéroes, en las que todo el peso recae en
el protagonista, teniendo completamente desdibujados al resto de
participantes. Así, cada uno tiene una historia concreta. Todos son
vitales y tienen una psicología muy bien definida.
Por un lado están los “buenos” que intentan erradicar la criminalidad en las calles:
Batman (soberbio Bale), Gordon
(magnífico Oldman, además tiene mucho protagonismo en esta secuela),
Eckart (me sorprendió por su estupenda interpretación como Harvey Dent/Dos
Caras) y por otro lado, El Joker (Ledger) que junto a los mafiosos de
la ciudad pretende impedir su detención, además de intentar acabar con
Batman.
Hablando de eso, Ledger se lleva la
película. Es un cínico que envenena con su locura a los personajes con
los que se cruza llevándolos al límite, a parte conoce el precio de todo
y el valor de nada. Health, es a su vez agente del caos, buscador de la
anarquía, sádico. En fin, nos ha dejado una de las mejores
caracterizaciones de los últimos años, por no decir la mejor,
convirtiéndolo en un villano inmortal que siempre será recordado.
Las escenas de acción son muy
buenas sin caer en la exageración o en el ridículo, lo bueno es que
Nolan ha sabido fusionar calidad y profundidad en el desarrollo de la
historia. La ambientación y el vestuario siguen igual de brillantes y
realistas que en la primera entrega, sin caer en lo caricaturesco.
En pocas palabras, la mejor adaptación de un cómic hasta la fecha (la broma asesina),
la mejor película de un superhéroe en la historia, por su calidad, su
seriedad, su fidelidad al personaje y por tener un guión sorprendente,
gracias a los hermanos Nolan.
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