Ya han pasado 26 años desde que The Beauty and the Beast de Disney
fue estrenada en los cines de todo el mundo. Me refiero, claro está, a la
versión animada. Debo decir que esta cinta tiene una de las mejores
introducciones que se le ha hecho a cuento de hadas.
Una hechicera, que se hace pasar por una pordiosera es
atendida por un arrogante príncipe, quien no quiere saber nada de ella. En ese
momento, la encantadora revela su identidad y lanza un maleficio, no sólo al
príncipe sino también a todos los sirvientes que ahí habitan.
A él lo transforma en una horrible bestia, obligado a permanecer
así hasta encontrar el verdadero amor. Por otra parte, la servidumbre es
convertida en objetos cotidianos, tales como un candelabro, un reloj, una
cómoda etc.
Quienes hayan tenido la suerte de ver la película original,
sabrán que su estética es impecable. De hecho, se podría decir que los
acontecimientos que suceden en este remake, se cuentan de la misma manera.
Sin embargo, hay pequeñas diferencias que a su vez hacen que
se trate de productos totalmente diferentes. En La Bella y la Bestia de 2017,
se explora de manera más detallada las características de cada personaje.
Lo anterior se debe a que la “Casa del Ratón”, sabe que,
aunque el grueso de su audiencia seremos todos aquellos que acudimos al cine
acompañados de nuestros padres al principio de la década de los 90, también
debe dejar su justo espacio a los Millennials, los cuales están
acostumbrados a recibir información de una manera muy diferente para nosotros.
Los escenarios están muy bien cuidados y algunas secuencias
como la del “Banquete” ofrecido a Bella por Lumière, son sencillamente espectaculares. No obstante, el
vestuario (sobre todo de la protagonista en algunos momentos de la cinta) deja
mucho que desear, pues no cuenta con la “fastuosidad” de la ocasión.
Pienso que Bella (o
Belle en inglés) es la primer
princesa Disney que rompió con el paradigma de ser la “damisela en peligro”. Lo
que intento decir es que ella en ningún momento requirió ser salvada por el
príncipe, sino que, al contrario, fue ella quien dotó a este de humanidad.
Emma Watson
realiza una interpretación correcta, aunque se queda a años luz de lo que llegó
a transmitir su contraparte elaborada en papel. Por su parte, Dan Stevens quien da vida a Bestia (detrás de un horripilante CGI)
cumple con su rol, sin que ninguno de sus parlamentos sea memorable.
Mención aparte merece la intervención de Luke Evans interpretando a Gastón. Éste sí es un personaje
correctamente trasladado del 2D a “Acción Real”. Sus intervenciones son lo
mejor de la película, pues cualquiera puede notar que se trata de un hombre
ególatra y presuntuoso, que sólo busca quedarse con la chica.
Por su parte, la banda sonora compuesta por Alan Meken, continúa sonando de forma magistral. No
debemos olvidar que justamente la banda sonora de la versión de 1991, fue ganadora
de un Oscar, al igual que el tema central de la cinta.
De hecho, tal vez poco recuerde que esta fue la primera
película animada que obtuvo una nominación a Mejor Película.
El resto del reparto está plagado de estrellas como son: Ewan McGregor, Ian McKellen, Emma Thompson,
Kevin Kline entre otros.
Si me preguntan a mí, yo sin ninguna duda me quedaría con el
clásico original. A pesar de ello, esta para nada es una mala película, aunque
repito, me hubiera fascinado ver el diseño original de la Bestia creado por Glen Keane ahora en tercera
dimensión.
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