Antes de empezar a escribir la crítica de La La Land (La Ciudad de las Estrellas),
pensé en llenar párrafos y párrafos de spoilers, pues hay muchísimas cosas
positivas que se deben decir de esta obra cinematográfica dirigida por Damien Chazelle. Sin embargo,
analizando la situación con un poco más de detenimiento me di cuenta que lo mejor
era mencionar lo mínimo referente a los elementos importantes de la trama, pues
así les brindó la oportunidad a ustedes estimados lectores de que puedan
disfrutar de ella tanto como yo lo hice.
La primera vez que escuché algo acerca de esta película, fue
en los Globos de Oro, ceremonia en
donde tuvo un paso perfecto, pues conquistó todas las categorías en donde
estaba nominada.
En cuanto inician los créditos de apertura te das cuenta de
que Chazelle es un enamorado del
cine clásico, pues aparece el logo de Cinemascope,
tal y como se colocaba en la década de los años cincuenta para indicarle al espectador
que estaba a punto de presenciar una película en “formato ancho”. Esta técnica
cinematográfica tenía la virtud de aumentar el campo visual, con lo que el uso
de planos secuencia y tomas panorámicas lucen de mucho mejor manera que en un
formato cuadrado
.
El número inicial (Another Day of Sun) es sumamente rítmico y te marca
de inmediato el tono de la película. Lo que intento decir es que, con esa
escena de baile en plena autopista de Los Ángeles, rápidamente nos damos cuenta
de que estamos ante un musical de la “vieja escuela”.
La cámara se detiene y nos deja ver por unos segundos a
nuestros protagonistas: Mia (Emma Stone) y Sebastián (Ryan Gosling).
La primera es una aspirante a actriz que trabaja en una cafetería en los estudios Warner, supuestamente enfrente de uno
de los sets que se usaron para rodar la mítica Casablanca. Para quienes no lo sepan, esta cinta protagonizada por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman es la más conocida y recordada de WB. Inclusive al salir el logo de esa
compañía (Warner Bros) se pueden escuchar algunos acordes de la melodía central
de esa película. Pero me estoy desviando del tema.
Mia se mudó a Hollywood con el sueño de convertirse en una actriz famosa. Mientras tanto, Sebastián es un apasionado de la música. Concretamente del jazz clásico. Tanto es así que mientras se encuentra detenido en el tráfico lo vemos repetir una y mil veces un fragmento de una canción para memorizarlo y luego poder practicarlo “de oído” en casa.
Por azares del destino (y como ocurre en este tipo de obras)
ambos protagonistas terminarán cruzándose más de una vez de manera casual. Sólo
por mencionar una situación, hay una escena en donde Mia y Sebastián van
caminando por la calle al salir de una fiesta. De pronto comienzan a charlar
(mientras ella se encuentra buscando su automóvil), hasta que la chica decide
sentarse en una banca para cambiarse sus zapatillas, por unos zapatos de tacón
bajo.
Muchos han criticado esa parte del metraje, diciendo que
cómo es posible que una mujer traiga unos zapatos de “Tap” en su bolsa.
Obviamente, ese calzado era necesario para el número de baile. No obstante, de
lo que se olvida ese sector del público cinéfilo es que precisamente lo que
caracteriza a un musical es su lenguaje simbólico y visual, por lo que gran
parte de las veces la lógica debe dejarse de lado.
Simbólicamente lo que nos dice esa escena es que Mia Dolan es una muchacha común y
corriente, características que la hacen alcanzable tanto para Sebastián como para
el resto de los espectadores, quienes, dicho sea de paso, acabamos enamorados perdídamente
de ella gracias a su encanto, dulzura y sencillez. Y es que, en una palabra es: adorable.
Considero que Emma Stone es una de las mejores actrices de
su generación, pues sin ser dueña de una exagerada belleza, ni de un cuerpo
exuberante, tiene los dotes actorales necesarios para encantar a todo el que disfruta
de su trabajo. Hablando de eso, sus hermosos y enormes ojos verdes, le aportan
una gran expresividad y naturalidad, mismas que pocas veces se pueden observar en pantalla. De
hecho, muchos de sus “diálogos” ocurren a través de su mirada (me recuerda infinitamente
a Bette Davis).
La La Land: Una Historia
de Amor, definitivamente debe ser vista más de una vez para poder captar
todas y cada una de las referencias y guiños que su director ha querido dejar
para que sean descubiertos por los amantes del cine. Entre los homenajes más
identificables tenemos la aparición de James
Dean (Rebelde sin Causa), a Gene Kelly (Cantando bajo la Lluvia) o al cine europeo con las reminiscencias a
Los paraguas de Cherburgo durante el epílogo del relato de Chazelle.
Por cierto, los últimos 20 minutos de metraje son casi perfectos.
Durante ese tiempo el espectador experimenta muchísimas sensaciones que van
desde la alegría hasta el llanto. Pocas películas me han conmovido tanto como
lo ha hecho “La Ciudad de las Estrellas”.
La banda sonora original compuesta por Justin Hurwitz inserta varias melodías interesantes, las cuales
estoy convencido que permanecerán por siempre en la memoria de muchísima gente.
Entre los temas más destacados tenemos: City
of Stars, Someone in the Crowd, A Lovely Night, Audition (The Fools Who Dream) y por supuesto, mi
favorito Mia & Sebastian's Theme.
La La Land por tanto no deja de ser un musical romántico,
aunque su discurso va mucho más allá. Pues constantemente nos dice que hay que
hacer todo lo posible por alcanzar nuestros sueños y anhelos, aunque también se
da tiempo para mostrarnos lo que perdemos al conquistar la meta deseada.
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