Este pequeño robot recogedor de basura de nombre WALL·E
en 90 minutos es capaz de transmitir miles de simbolismos, expresiones,
sentimientos, pensamientos y sobre todo conceptos filosóficos de una
manera sumamente digerible y entretenida con una trama lineal y
relativamente simple (algo que muchísimos directores intentan con
actores de carne y hueso, pero desafortunadamente queda sólo en un
fracaso).
Pixar de nuevo nos trae una cinta
con “mensaje” es decir, hace una fortísima crítica social a que cada día
nos olvidamos mas del planeta que nos dio la vida (y más aun, pese a
nuestros malos tratos nos sigue permitiendo habitarlo) que cada vez
somos más insensibles, más egoístas (hasta con nosotros mismos) y peor
todavía, dependientes de las máquinas; somos, muchas de las veces zombis
informáticos, perezosos etc. Incapaces de expresarnos si no es a través
de una computadora.
La película nos exhorta a cultivar,
a rescatar nuestras relaciones, además es una invitación a dejar de ver
tan solo lo que está a nuestro alcance y alzar la mirada para echar un
vistazo a todo lo que hay a nuestro alrededor. Dicho en otras palabras
lo que se plantea es que todos nosotros podemos hacer mucho más de lo
que pensamos, o de lo que otros piensan que somos capaces.