Me da muchísimo gusto que Mel Gibson haya regresado a la silla de director (al fin Hollywood
le levantó el castigo) después de tantos años, puesto que el actor australiano
sabe perfectamente cómo contar una historia de manera en que las emociones no
falten, pero sin exagerar.
Para darnos cuenta de que Gibson ha adquirido un buen manejo
de la cámara, basta con ver algunos de los planos que utilizan cámara lenta,
los cuales de ninguna manera rayan en lo ridículo, cosa que sucede con mucha
frecuencia en el cine actual.
Aquí la violencia como consecuencia del conflicto bélico no
es lo principal de la historia, sino desarrollar al protagonista, quien a su
vez poco a poco va superando cada uno los obstáculos que le ponen enfrente.
Por su parte, Andrew
Garfield hace un extraordinario papel al dejarnos comprender el conflicto
moral que enfrenta Desmond Doss,
quien por un lado enfrenta el “deber” de enlistarse en el ejército para
participar de manera activa en la guerra como médico de tropa. Mientras que,
por el otro, su formación y creencias religiosas le impiden el empuñar un arma
para asesinar a un semejante.
Resulta “chocante” por calificarlo de alguna manera, el
hecho de que Doss forme parte de la milicia, con el único objetivo de “salvar
vidas”. Así es, un doctor cuyo único propósito es el de evitar que más gente
muera en los campos de batalla por no tener a un profesional de la salud en
medio de las balas para salvarles.
Al principio, los oficiales del ejército le hacen la vida
imposible al nuevo cadete, pues les parece insólito que alguien de sus características
pueda “funcionar” en una misión de combate real. Sin embargo, a medida que
transcurren los minutos, tanto sus superiores como sus compañeros de barraca,
le van tomando cariño y respeto a partes iguales.
La destreza y hasta la “suerte” de Desmond son puestas a
prueba en diferentes momentos del metraje. Sobre todo, cuando el ejército
norteamericano arriba a las islas Ryukyu.
A partir de ese instante, su principal aliado no es ni su
instrumental médico, ni todos los conocimientos que pudo adquirir en sus años
de estudio, sino su Biblia. Ojo, no por eso quiero decir que se trate de una
película religiosa.
Las imágenes violentas y sangrientas que vemos después de
que ha transcurrido la primera hora de película, contrastan con la actitud de
Doss.
En la cinta de Gibson no sólo hay sitio para los tiros y la
sangre corriendo por todos lados, sino que también se da tiempo de exponer una
linda historia de amor entre el protagonista y su esposa Dorothy Schutte (Teresa
Palmer).
Hacksaw Ridge es una excelente película de guerra que no
decepcionará a ningún cinéfilo.
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