Me da muchísimo gusto que Mel Gibson haya regresado a la silla de director (al fin Hollywood
le levantó el castigo) después de tantos años, puesto que el actor australiano
sabe perfectamente cómo contar una historia de manera en que las emociones no
falten, pero sin exagerar.
Para darnos cuenta de que Gibson ha adquirido un buen manejo
de la cámara, basta con ver algunos de los planos que utilizan cámara lenta,
los cuales de ninguna manera rayan en lo ridículo, cosa que sucede con mucha
frecuencia en el cine actual.
Aquí la violencia como consecuencia del conflicto bélico no
es lo principal de la historia, sino desarrollar al protagonista, quien a su
vez poco a poco va superando cada uno los obstáculos que le ponen enfrente.